domingo, 9 de diciembre de 2012

Como las miradas de De Niro

 (Microrrelato finalista del Premio Joven Creación 2012 de la Editorial Costa Rica)

Sí, yo sé que vos pensás que es un gran vendido, pero eso a mí me tiene sin cuidado. No importa en cuantos bodrios actúe ahora para conseguirse cheques fáciles, yo lo sigo considerando un referente. Y es que así te lo digo, nadie, oíme, nadie tiene ni ha tenido la capacidad de ese hombre.

Mirá por ejemplo ¿quién se va a pasar cuatro meses en el mediterráneo atiborrándose de comida con tal de engordar lo suficiente como para hacer un papel fidedigno? ¿Te acordás que la vimos, “toro salvaje”, la de Scorsese? Y hablando de Scorsese, fijáte vos-esto no te lo había contado- que para taxi driver, De Niro fue y sacó una licencia de taxista para prepar su papel ¿te podés imaginar?

Pero aparte de todo eso, a mí lo que más me sorprende de él es la capacidad de decir tantas cosas con la mirada. Como en goodfellas, cuando Jimmy decide finalmente deshacerse de Morrie, que en 30 segundos, o sea, en 30 putos segundos, vemos en sus ojos el progreso de la decisión en cuatro momentos distintos: tas, tas, tas y tas. ¡Estás muerto, Morrie! O por ejemplo en los hijos de la calle, cuando Tommy decide contarle todo al padre Bobby, y vemos en la toma nada más un primer plano de De Niro, y no se oye bien la historia, solo la música y el plano fijo, y aquellos ojos que comienzan a transmitir muy sutilmente todo lo que en ese momento pasa por la cabeza del sacerdote.  Te lo juro, se me pone la piel de gallina cuando te lo cuento, pero es que yo pocas veces he visto algo igual. En vos, por ejemplo, lo he visto. Lo decís todo con la mirada.

Fue así como me di cuenta de que ya no me amabas.

sábado, 24 de noviembre de 2012

El escrinauta


Tenía por política jamás escribir sobre lugares que aún no había conocido. Con el tiempo esta convicción lo convirtió, según lo dicho por él mismo a un reportero local, en un autor con “limitaciones tan grandes como el orbe”. Así que decidió tomar sus ahorros y emprender el viaje que siempre había soñado realizar alrededor del mundo, organizando cuidadosamente su itinerario: 

ESPAÑA - MADRID > India > Delhi > Kahurajo > Risikhes > Gudaipur > Nepal > Pokara > Pokara > Katmandhu > India > Benares > Jodhpur > Udaipur > Bombay > Aurangabad > Bombay > Playa de Arambol (Goa) > Pamjim (Old Goa) > Hampi > Playa de Kudle (Gokarna) > Fort Kochin > Kottayam > Alappuza > Quilon > Kanyakumary > Madurai > Trichy > Pondicherry > Mamallapuram > Chennai (Madras) > Tailandia > Bangkok > Myanmar-Birmania > Yangon > Mandalay > Bagan > Kalaw > Nyaungshwe > Bago > Yangon > Tailandia > Bangkok > Camboya > Siem Riep > Sihanoukville > Ponh Pen > Vietnam > Saigon > Hoi An > Hue > Hanoi > Halong Bay > Sapa > Laos > Oudomxay > Luang Prabang > Vientiane > Don Det > Taiwan > EEUU > Los Angeles > New York > México > México DF > Colima > Patzcuaro > Angahuan > San Cristóbal de las Casas > Palenque > Mérida > Chichen Itza > Cancún > Tulum > Chetumal > BelizeGuatemala > Ciudad de Guatemala > Antigua > Chichicastenalgo > Panajachel > Honduras > Copán > Tegucigalpa > Nicaragua > León > Granada > Ometepe > Costa Rica >Guanacaste > San José > Panamá > Ciudad de Panamá > Colombia > Capurgana > Cartagena de Indias > Venezuela > Caracas > Puerto Colombia > Ciudad Bolívar > Mérida > Colombia > Pamplona > Bogotá > La Tebaida (Armenia) > Popayan > Ecuador > Tulcan > Quito > Riobamba > Cuenca > Perú > Tumbes > Trujillo > Lima > Cuzco > Ollantaitambo > Machu Pichu > Cuzco > Arequipa > Lima > Puno > Bolivia > Copacabana > La Paz > Sucre > Potosí > Uyuni > Chile > San Pedro de Atacama > Argentina > Salta > Paraguay >Asunción > Encarnación >Argentina >Iguazú > Buenos Aires > Uruguay > Montevideo > Argentina > Córdoba > Mendoza > Chile > Valparaíso > Santiago de Chile > Argentina > Mendoza > Río Gallegos (Patagonia) > Calafate > Chile > Punta Arenas > Argentina > Ushuaia > Buenos Aires > ESPAÑA - MADRID.

Cuando al cabo de un año regresó a su apartamento, la otrora esplendorosa vista de la Gran Vía se le hizo insignificante. Ceremoniosamente tomó las cientos de hojas de papel escritas durante su vasto recorrido, y las arrojó por la ventana sin miramientos. Luego, se sentó frente a la computadora y comenzó a escribir su siguiente trabajo, una novela que marcaría su debut en la ciencia ficción. Aún no sabía, eso sí, qué titulo ponerle a la incipiente historia que había ideado: la de un escritor que decide aliarse con un temible piloto fugitivo para robar una nave espacial y emprender una aventura fantástica con miras a paliar sus limitaciones como autor, consideradas, por él mismo, tan grandes como el universo.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Apología del fútbol


Mi padre y el afro que yo nunca pude imitar.
Todas las historias de gloria de mi papá tienen que ver con fútbol. Para mí, de pequeño, era una verdadera delicia escucharle narrando las venturas y desventuras que le dejó su paso por el fútbol setentero de primera división con el equipo del Barrio México, su barrio querido que siempre lleva (rá) a cuestas. Le bautizaron "María" porque los conocedores le encontraban un gran parecido con José María Rodrigues Alves, Zé María, jugador brasileño que formó parte de la escuadra mítica brasileña que alzó la copa mundial en 1970. En aquel entonces no había contratos ventajosos para las jóvenes promesas y además, no existió nunca la asesoría de alguien con mayor claridad mental. Así dice siempre mi padre, como resintiendo en el fondo la ausencia de una figura parental de peso: fue criado por un puñado de mujeres (su madre y sus tías) que de fútbol no sabían nada. Así que, a su manera, mi papá fue un enfant terrible, una especie de George Best en chiquitico que, sin embargo, fue condenado a no ser recordado por nadie. Al menos así lo parecen sugerir sus otras historias, las de las andanzas con sus amigos de barrio, esos que presumen una colección de apodos inverosímiles, esos que lo acompañaron en cada bar, en cada disco, enfundados en camisetas pegadas al cuerpo y blandiendo sus apreciados zapatos de plataforma.

Obviamente él nunca se alejó del fútbol, porque lo mejenguero se lleva ya no digamos en la sangre si no en la testarudez de la cabeza. Así anduvo de allá para acá, combinando una serie de empleos informales con sus ganas de patear bola. En algunos de esos trances vivió experiencias dignas de rememorar, como por ejemplo el haber compartido camerino con Nel López, a quién le apodaban "la vanidosa" por su excesivo acicalamiento frente al espejo antes y despúes de los partidos. O también haber presenciado el ascenso del omnipresente Mauricio "Chunche" Montero, quien era banca en el equipo de segunda división de Ramonense. Un tal "Burro", titular en la posición de defensa central, solía esconderse en una quebrada cerca del cementerio de Palmares para emborracharse monstruosamente, hasta que un día, demasiado ebrio, cayó en las tranquilas aguas de la quebrada, de donde lo sacaron ya sin vida. El "Chunche" nunca más soltó la titularidad. 

Después vino la familia y con el obligado asentamiento, la irrefrenable necesidad de pasar la antorcha. Yo, como hijo mayor, fui bautizado con el nombre de mi progenitor, en ese ejercicio terrible de depositación en el que a menudo caen los padres de manera inconsciente. Este heredero, sin embargo, falló estrepitosamente, a pesar de las primeras idas al estadio en donde ese niño que era yo, vestido hasta las orejas de morado y blanco para ir a ver jugar al (glorioso) Deportivo Saprissa, se interesaba más en devorar unos jocotes excesivamente maduros que chorreaban la espalda del hombre pendenciero sentado una fila más abajo. Dice mi padre (yo no lo recuerdo) que casi se va a los golpes. Fracasó también este sucesor a pesar de los primeros tacos comprados para él, estrenados en un entrenamiento de prueba en el equipo de un tal "Pituca", formador de jóvenes futboleros en Cañas, Guanacaste. Dos cosas quedan por decir sobre esto: Uno, que ignoro si Pituca seguirá con vida. Dos, que no pasé la prueba. Ya a esas alturas mi papá, resignado, aceptaba mi rechazo a revolcarme con el balón y el comienzo de mi aventura desenfrenada con los libros. No existen en esta historia, eso sí, resquicios de daddy issues; si no que lo digan los amigos de mi papá (los de esa segunda etapa de su vida), que muchas noches tuvieron que escucharle presumir sobre su hijo mayor, elegido en 1990 como uno de los mejores estudiantes del país.

En Costa Rica todo mundo mejenguea
Además, a mí sí que me llegó a gustar el fútbol. Aún hoy se me pone la piel de gallina cuando veo los videos de la selección tica en Italia 90, partidos que por cierto vi desde mi casa gracias al asueto otorgado por el presidente Calderón en una medida más que populista. Aquel televisor en blanco y negro nos transmitía los goles de los jugadores (todos del Saprissa, dicho sea de paso) que hacían a mi papá pegar brincos (no miento) hasta el techo. De pequeño salía a la calle a celebrar en los desfiles improvisados que se armaban en el pueblo luego de cada campeonato ganado por el equipo saprissista. Me indigné profundamente con la primera y única expulsión (por lo demás injusta) de Evaristo Coronado. A pesar de mis limitaciones siempre he sido de ir a mejenguear (ahora quizás cada vez menos) aunque con más pena que gloria (punto para las deficiencias de mi motora gruesa). Salí a celebrar con miles de personas en la Fuente de la Hispanidad el pase de la selección al mundial de Corea-Japón 2002, luego de que derrotaramos a Estados Unidos con dos goles de Rolando Fonseca. Más tarde, esa noche, firmé la paz con los estadounidenses mientras me besuqueaba por las calles de San Pedro con Sarah, una gringa que me escribía poemas mal logrados.

Escribió Eduardo Galeano: "¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales". Yo sé por dónde anda la remilga de estos detractores del llamado "deporte rey", y debo decir que entiendo y comparto algunas de sus razones: la transmutación del deporte en un negocio multimillonario y corrupto, la rídicula deificación de los futbolistas y su posicionamiento como estrellas o pseudocelebridades (especialmente en Costa Rica esto llega a niveles patéticos), la alienación de las masas o la bien llamada "autoestima futbolística", ese fenómeno que puede convertir a casi un pueblo entero en una mole amnésica, una criatura incapaz de darse cuenta de que (oh, la ironía) se la están bailando. Con todo y olé.

Pero esas razones probablemente nada tengan que hacer al lado de una pasión que es tan grande como inexplicable, una fuerza descomunal que muchas veces se manifiesta, por ejemplo, en el coordinado y estruendoso "¡uuuuy! que acompaña las jugadas de peligro, esa energía arrolladora que ya se desearía el más pintado de los directores coreográficos. Esta especie de impulso vital que mantiene al fútbol más vivo que nunca alrededor del orbe.

Había dicho que de pequeño me encantaba escuchar las historias de mi papá, pero eso no es completamente cierto. Aún hoy me encanta sentarme a la mesa con él e inventarle caras a los personajes que fue conociendo en sus andanzas futboleras. La última que le escuché fue la del, medianamente famoso, "Chinimba" (que, ojo, tiene hasta entrada en wikipedia. En inglés). Este hombre creció, cuando niño, viendo con ojos de hermano a quien en realidad era su madre. Pero ya estamos en tiempo de reposición y este relato bien lo podemos dejar para el próximo cotejo.

martes, 28 de agosto de 2012

Principio de economía

Día A.
Con los primeros reportes sobre la desaparición de los números muchos nos mantuvimos escépticos (me incluyo) (coma) semejante historia no podía ser cierta. Nótese que escribo asumiendo que en el mundo entero se conocen los detalles (coma) a como vamos (coma) pronto no quedarán palabras y será demasiado tarde para expresar cualquier idea medianamente coherente. Mi amigo Glenn (coma) profesor en la Universidad de Texas dice que exagero (coma) pero ahí tienen el nuevo incidente. Sí señores (coma) hace seis días desaparecieron las comas por completo.

Pero está bien (coma) haré un breve resumen (¡Ja! las palabras limitadas y yo cayendo en semejantes redundancias). En fin (coma) no es que me hayan invadido ínfulas de documentador moderno. (Bah [coma] soy un desorden. No creo que nadie dentro de unos mil años logre aguantarse este enredo). La cosa en todo caso es que desaparecieron los números hace tres meses. Así como lo leen. Se preguntarán cómo (coma) bien (coma) yo se los diré: simplemente no los podemos escribir. Hemos recurrido oportunamente a escribirlos directamente (coma) entiéndase: uno (coma) dos (coma) cincuenta (coma) un millón setecientos veintidós (coma) etc. Ha sido todo un verdadero caos (coma) los rótulos por ejemplo (coma) han debido imprimirse bajo esta nueva lógica. Se imaginarán el resto (tengo la esperanza de que a los humanos nunca nos llegue a abandonar esa sed pseudo-apocalíptica [coma] tiene sus momentos amenos).  Una solución práctica similar hemos adoptado en este caso (coma) escribimos la palabra "coma" encerrada entre paréntesis para sustituir ese signo como ganchito que muchos creíamos tan insignificante y que ahora sentimos tan necesario (también guardo la esperanza de que la raza humana no pierda esa sublime ansia por lo inalcanzable).

Día B.
 Este no es el segundo día consecutivo en que escribo c o m a si no que es el segundo día en que escribo desde que resolví hacerlo ¿comprenden? Había decidido abandonar después de todo mi empresa como relator de las desventuras humanas c o m a pero se ha presentado un nuevo suceso. Nos han descubierto c o m a no hemos podido usar más la estúpida solución del paréntesis (probablemente ya lo habrán notado). Esta palabra espaciada es ahora el símbolo de nuestra resistencia.

Día C.
¿Saben lo que es tener conciencia de algo c o m a poder pronunciarlo c o m a poder visualizarlo perfectamente y aún así no poder escribirlo? Por ejemplo c o m a en este momento voy a abandonar el teclado y gritar la palabra c o m a: ******* y ustedes ni se han enterado. Nunca se enterarán. Nos hemos convertido en el perfecto ejemplo de la frustración punzante.

Día D.
Mi amigo Glenn y yo hemos intercambiado por el skype algunas elucubraciones teóricas acerca de la situación actual c o m a aunque más valdría decir que últimamente él se ha limitado a leer las mías (dice ya no tener muchas ganas de escribir el muy derrotista). En fin c o m a siguiendo a Ockham (ya saben c o m a pluralitas non est ponenda sine necessitate) habríamos de postular c u a t r o posibles hipótesis todas relacionadas c o  m a de las cuales sin embargo tendríamos que eliminar las que c o m a aunque completas c o m a añadieran a la discusión un nivel de complejidad mayor. Así pues c o m a  si aceptásemos (tal como lo dicta la convención social) la existencia de un dios "X" c o m a un ser omnipotente c o m a podríamos entonces cotejar:

- El dios X decidió descargar su furia contra la humanidad de manera lenta y cruel c o m a  a través de la eliminación paulatina de la palabra escrita.
- El dios X es un ente perverso que disfruta descargando su furia contra la humanidad de manera lenta y cruel a través de la eliminación paulatina de la palabra escrita.
- El dios X es un ente perverso que disfruta descargando su furia contra la humanidad de manera lenta y cruel a través de la eliminación paulatina de la palabra escrita c o m a para lo cual ha encomendado a una legión de seres menores para que manipulen a su antojo las mentes de las personas.
- El dios X es un ente perverso que disfruta descargando su furia contra la humanidad de manera lenta y cruel a través de la eliminación paulatina de la palabra escrita c o m a para lo cual ha encomendado a una legión de seres menores para que manipulen a su antojo las mentes de las personas punto y c o m a estos seres provienen de lugares remotos del universo en donde ha sido posible desarrollar el arte del entendimiento abstracto c o m a las habilidades telepáticas c  o m a  la supresión de emociones c o m a la invisibilidad de cada partícula subatómica de algunos cuerpos etéreos.

De lo cual inferimos c o m a por principio de economía c o  m a que el primer postulado ha de ser el  verdadero ya que no incluye variables que puedan poner en duda su validez.  O bien c o m a podemos simplemente decir que no existe el tal dios X y que entonces la incertidumbre nos va a cagar la vida. No sé c o m a da igual supongo. Me aburro como una ostra.

Dia E.
La gran mayoria hemos ya abandonado cualquier intento de resistencia futil han desaparecido tambien las tildes y ya no buscamos remedios para el uso de signos de puntuacion nos imaginamos simplemente que estamos leyendo algo de Saramago. El uso de los puntos como se ve aun es aceptado pero ha acabado por estar sobre utilizado y lo de las c o m a s ha caido en completo abandono por pura pereza mental razon por la cual dicho sea de paso la raza humana va a terminar devorada por el monstruo del auto olvido. Glenn no se ha vuelto a conectar.

Dia F.
Yo no creo que como sugirio Glenn (estuve leyendo algunos correos viejos) todo esto sea un caso de neolengua pero de todas formas ahora que lo pienso el y su aficion casi fetiche por Orwell no le habria permitido ver mas alla de tal disparate. Llego a esta conclusion porque simplemente no se atisban por ninguna parte principios de control politico sino mas bien una especie de aleatoriedad antojadiza un juego de dados cosmologico una sucesion de caprichos virales s i g n o d e i n t e r r o g a c i o n  o de virus caprichosos  s i g n o d e i n t e r r o g a c i o n En fin que su teoria no tiene pies ni cabeza no en vano y probablemente sin darme cuenta nunca le preste la atencion debida aunque se que a el le habria encantado que nos enfrascaramos en nuestros tipicos duelos argumentales. A nivel general la situacion es ya insostenible y a muchos nos duele que la evolucion de la cuestion sea tan lenta prefeririamos estar presentes para cuando todo se acabe debe ser ese afan humano por ser siempre testigos de los eventos de gran importancia aunque estos signifiquen nuestra propia exterminacion.

dia g.
por lo visto las palabras y signos escritos con anterioridad al incidente permaneceran aunque no podria asegurarlo con certeza. hoy he visto por primera vez desde hace muchos dias a traves de la ventana y descubri los viejos rotulos de las calles aun en su forma original y me ha entrado una nostalgia tremenda que tonto. ahora que lo pienso la mayor estupidez es que yo no hubiera llegado a esta conclusion antes teniendo este remedo de diario a la mano estoy perdiendo agilidad mental seguramente. desconfio de mi mismo que cosas no nos han robado las letras nos han robado la ingenuidad.

dia h.
la ultima vez olvide mencionar que habian desaparecido las mayusculas.

dia i
senores la confusion es terrible la gran mayoria ha optado por claudicar nos enfrentamos a fuerzas mas alla de nuestra pobre comprension somos seres insignificantes muchos hemos llegado a aceptarlo a pesar de nuestros antiguos suenos de grandeza ahora desbaratados por el mazo de la imposibilidad los p u n t o s  han desaparecido y ya no se sabe donde comienza una cosa y donde termina la otra



lunes, 6 de agosto de 2012

El fin de las amarguras

De Chavela Vargas aprendí que si a uno un lugar le queda chiquitico es mejor largarse y no mirar atrás. Referencia lejana, en todo caso, nunca me gustó su música ni el sufrido desgarro al que ella le llamaba cantar, pero siempre admiré la manera en que, quizás con un profundo resentimiento (que siempre llevó atravesado en la garganta), renegó de la Costa Rica ingrata que no estuvo a la altura de una mujer adelantada que llegó a rozarse con Grace Kelly, Pablo Picasso, Frida Kahlo, Joaquín Sabina y Pedro Almodóvar. En este país de agachados, en el que damos largos rodeos para llegar a una idea concreta, en el que encontramos justificaciones para casi todo, en el que incentivamos la cultura del pobrecitico, en el que tiramos la piedra y escondemos la mano, en el que es básicamente imposible reconocer el buen esfuerzo de los demás; aquí, en Costa Rica, es más fácil odiar irracionalmente a Chavela Vargas que aceptar que toda la vida nos dijo la verdad en la cara. Yo le llamo el "Síndrome Yolanda Oreamuno", otra insigne mujer, una de las más importantes figuras de la literatura costarricense, otra víctima de lo que ella misma llamó "la mediocridad de la cuna". El desdén es una de nuestras palabras favoritas, y eso nos lo recordó Chavela mientras alcanzaba la grandeza que en ninguna medida estuvo relacionada con este país hipócritamente tropical.

Todo esto me recuerda un viejo chiste: Un hombre llega al infierno, y su guía le muestra los alrededores, que básicamente están conformados por varios calderos hirvientes. El guía le explica al hombre que, por cuestiones de organización, cada caldero representa una nacionalidad adonde van a parar todas las personas de acuerdo a su origen. Cada caldero está vigilado por un demonio, que impide que alguien escape de allí buscando evitar el martirio. Al hombre sin embargo le llama la atención uno de los calderos que está completamente desatendido, e interroga a su guía al respecto. Este le explica que aquel caldero es el de los costarricenses, y que habían descubierto que no había necesidad de poner vigilancia ya que cuando alguno de los martirizados estaba a punto de salir, alguno de sus compatriotas lo empujaba hacia abajo para intentar salir por su cuenta.

Venga un tequila para brindar a tu salud, Chavela, donde quiera que esté el caldero al que fuiste a parar. Ojalá que hayás encontrado, por fin, el fin de tus amarguras.


miércoles, 18 de julio de 2012

Una joven abogada como usted


Mire, mire. Espere un momento. Sé que es una mujer muy ocupada, pero por favor, debe dejar que le explique.
Verá usted, ahí justo en ese sillón en que está sentada murió la tía Carmen. No se incomode, fue hace algunos años, y murió feliz. Solo se sentó ahí, hizo su siesta de rutina… y nunca más despertó. ¡Tan buena la tía! Ni en la hora de su fallecimiento quiso incomodar a nadie.
Ah, y vea, cuando tenía 15 años, junto a ese ventanal que da al jardín encontré a mi papá llorando. La primera vez que lo veía llorando en la vida… recién se había dado cuenta que mamá la había estado engañando durante los últimos tres años.
Y bueno, no crea que solo tengo malos recuerdos de esta casa. ¿Ve esa habitación justo a la derecha, arriba de las escaleras? Esa solía ser la habitación de los viejos y ahí, exactamente sobre las sábanas rojas tuve mi primera experiencia sexual con una chica. Es cierto que no fue algo muy exitoso… ¡si ya sé que usted no necesita saber esto, disculpe! Escúcheme por favor. Ahí en esa alfombra grande, no, la del centro, si, ahí justo dormía Bufón. Bufón, el perro. Bueno, usted no lo conoció, pero ahí se enroscaba por las noches, sin ningún resentimiento por los escobazos de Adelina, la empleada. ¡Ah por cierto! Esa muchacha siempre nos contaba infinidad de historias ahí, en la cocina; bueno antes cuando estaba el mueble grande, mientras picaba lo que nos parecía a mis hermanos y a mí cantidades eternas de cebolla.
Pero es que solo querría decirle, bueno, habría usted de entender. Quisiera disculparme por mi comportamiento de hace un rato. No acostumbro llorar frente a extraños, sabe. Es solo que usted debe comprender que esta casa ha sido mi vida, y que cuando usted me entregó los papeles del desalojo no pude evitar derrumbarme como lo hará esta casa muy pronto cuando lleguen las inclementes maquinarias.

domingo, 11 de marzo de 2012

¿A ras del suelo?

Siendo adolescente tuve un amigo muy cercano que tenía una especie de manía por ser el redentor de la gente cercana a él. Una de sus metas (y esto quizás explique muchas cosas) era algún día llegar a convertirse en santo. Por si les causa curiosidad, les adelanto que su camino en la vida, ahora muy separado del mío, no lo ha llevado ni siquiera cerca de tal ambición. Pero eso no le resta méritos como amigo incondicional: muchas veces, cuando yo no tenía para almorzar, él sacó de su bolsillo y pagó mi cuenta sin nunca pedir nada a cambio y siempre con la mejor de las voluntades.


Cierta ocasión en que, como muchas otras, conversábamos en el corredor de mi casa, Juan (que así se llamaba) adoptó una especie de tono solemne y a la vez lastimero para decirme, más o menos, lo siguiente:

"Mirá, espero no te moleste lo que te voy a decir, pero ustedes son una familia pobre..."

La pobreza suele tener una extraña simetría
Después de la frase continuó hablando (me estaría aconsejando sobre alguna situación familiar en particular) pero yo no le escuché. Me había quedado enganchado en aquella joya de apertura discursiva. ¿Por qué -pensé- me habría de molestar eso? ¿Por qué su señalamiento tendría que avergonzarme o resultarme como una especie de insulto? Hasta entonces yo nunca había pensado seriamente en la necesidad de ponerle un título a nuestra condición socio-económica. Sí, claro que eramos pobres, pero eso nunca intervino con nuestra capacidad de reírnos o de disfrutar amenos ratos familiares. Por favor ¡teníamos dos palos de mango en el patio! ¿Saben cuántas posibilidades de juego crea eso para un niño? Nunca significó pasar hambre en lo absoluto, o experimentar terribles necesidades. No sé cómo demonios se la arreglaban mis papás, pero siempre tuvimos el plato de comida caliente sobre la mesa y los útiles escolares necesarios. Así que, por mucho tiempo, la duda me persiguió ¿es que acaso tenía yo que sentir vergüenza por ser lo que era y por venir de donde venía?

Hasta que me encontré con la gran novela de Luisa González, "a ras del suelo" y, más concretamente, con el prólogo que Adolfo Herrera García le hizo a la edición de 1986. Escribió don Adolfo:

"Con la hondura con que se describe lo que se ha vivido, la autora nos pinta la 'vergüenza de ser pobres'. Y es verdad que la pobreza es fea. Pero concurren a avergonzarnos otras causas ya no ciertas pero enraizadas en el subconsciente: que la pobreza es castigo del destino trazado por los dioses. Entonces la superstición nos venda los ojos y nos torna mansos ante un fenómeno que no debe avergonzar sino al régimen que lo engendra. 'La vergüenza de ser pobres' es otra carlanca que impide el paso hacia el decoro de la rebeldía".

Entonces lo comprendí todo. Eran mis primeros años en los pasillos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica, y corría por mis venas cierta efervescencia (una que algunos llaman, despectivamente,"la chancleta"). Le grité gracias a don Adolfo, donde fuera que estuviese, y me dispuse a atar los cabos sueltos.

Me di cuenta que, cual tragedia griega, muchos asumen su pobreza como una especie de designio divino. Esto es en parte culpa de las doctrinas religiosas que enseñan a aceptar la "voluntad de dios" como algo irremediable y libre de cuestionamientos. Tal cosa, por supuesto, no es más que una domesticación masiva llena de una terrible manipulación para favorecer a las cúpulas de religiosos. ¿Se acuerdan de aquello que decía "bienaventurados los pobres"? Bueno, en el Vaticano parece que no.

Encima el orden global ha supuesto la existencia de una disparidad tremenda entre los países ricos y pobres. Solo en América Latina y el Caribe unas 200 millones de personas viven en la pobreza, un tercio de la población sobrevive con $2 al día y poco más de 78 millones de habitantes lo hacen con menos de $1 diario. Nuestros países arrastran problemas desde la época de las colonizaciones salvajes, sumergiéndolos en un torbellino de subdesarrollo. Aunque muchos afirman que nuestra pobreza se debe a la "falta de actitud", lo cierto es que el orden mundial es antojadizo y también manipulado, impuesto por organismos internacionales que dictan políticas injustas y casi mercenarias. Con el paso de los años se ha creado una brecha tremenda, y la desigualdad entre ricos y pobres crece monstruosamente.

Y esto nos lleva al espejismo de la globalización, tal como lo señala Rafael Cuevas en su obra. Mientras la televisión y-cada vez más- la internet nos acercan a cualquier rincón del mundo y nos muestran imágenes y nos venden ilusiones, "el ojo del que ve" en nuestro entorno no tiene ni tendrá el dinero necesario para comprar lo que se promociona. De hecho, el total de lo que se invierte en publicidad alrededor del mundo está destinado únicamente al 80% de la población mundial. El resto de la gente, como no tiene poder adquisitivo, se convierte en desechable.

Ante semejante panorama ¿cómo no sentir frustración, rabia, impotencia, vergüenza? Si te enseñan a agachar la cabeza, si te imponen condiciones económicas y sociales asfixiantes al mismo tiempo que te dicen (sin ser muy sutiles) que si no comprás lo último del mercado no sos nada.

En mi caso tuve la inmensa fortuna de aprender otra cosa. Aprendí que hay que trabajar, duro, porque ya desde la cuna uno la tiene difícil. Aprendí que, con esfuerzo, se puede acceder a una buena educación, se puede llegar a conocer otros países, otras gentes, otras culturas. Se puede llevar una vida con suficientes comodidades, lejos de la ostentación (un terrible mal humano). Comprendí, finalmente, que uno realmente puede llegar a ser lo que sea que se proponga. Lo que sea.

No hay espacio para la vergüenza, porque opaca el coraje necesario para surgir. ¿Y qué si se ha vivido al ras del suelo? Como dice la canción: Del suelo se suele aprender.



miércoles, 11 de enero de 2012

El caso del diamante robado

Sonriente la Lucero.
Recientemente me llegó la muy buena noticia de que mi primer libro había recibido su aprobación para ser publicado por una editorial nacional. Del libro ya comentaré más en su momento, pero la alegría que me provocó esta buena nueva me transportó a uno de los momentos más felices de mi vida, allá por mis ahora lejanos 13 años.

Yo había comenzado a escribir desde los 12, luego de tres años de lectura activa y voraz. Intenté emular la aventura de uno de esos populares libros de dungeons and dragons, un regalo despreocupado de una de mis tías. En estos libros uno como lector tiene cierto poder sobre el desenlace de la historia, ya que al final de algunos capítulos aparece una serie de opciones que marcan distintos caminos en el devenir del libro y de la aventura del héroe de turno. Ignoro adonde habrá ido a parar el cuadernillo en el que, por aquel entonces, garabateé mi primer intento de novela. En los siguientes meses escribí algunas historias menores, también perdidas, hasta que escogí una para enviarla, con gran ilusión, a la Revista Tambor, una publicación bimensual que acompañó parte de mi niñez y adolescencia, y a la que recuerdo con gran cariño. Poco más de un año transcurrió hasta que, un sábado por la mañana, llegó a mi casa el número 231 de la revista, con su flamante fotografía de Lucero en la portada y con mi cuento adentro de sus páginas. A causa de la contentera, los gritos y los brincos terminé despertando a toda mi familia. Y no era para menos: ¡Me había convertido en un autor publicado!

Muchos años han pasado, y muchas páginas más he escrito luego de este episodio. Una vez, estando en una biblioteca pública encontré un ejemplar de la revista en cuestión (el original mío se había perdido, tristemente). Confieso que no dude en robármela, descaradamente, de los estantes de la biblioteca. Todo sea por el bien de los buenos recuerdos ¿no?

Y hablando de eso, acá transcribo, integralmente, mi primer cuento publicado "El caso del diamante robado". Espero sepan perdonar los claros errores de escritor novel. Que lo disfruten.

...

EL CASO DEL DIAMANTE ROBADO.
José Luis Morales, 13 años.
Cañas, Guanacaste.

Soy un detective privado de la ciudad de Virginia. De hecho, apenas gano para comer. Mi nombre es Sam y parece que todos los detectives se llaman así. Mi madre escogió el nombre muy bien.

Me encontraba un día como todos en mi oficina, mascando goma de mascar (o más bien un pedazo de papel, pues dinero no tenía). Pocos días antes, se había cometido un crimen que no había pasado desapercibido para ningún habitante de la ciudad: el robo del diamante Vermont, y los principales sospechosos eran Rany DeBone y su banda.


Estaba tan aburrido que salí de mi oficina, que ya se caía en pedazos, y me dirigí al bar de Carlitos (no puedo precisar la hora pues no tenía reloj).

Al entrar a aquel lugar, mi sorpresa no fue para menos: Allí se encontraban DeBone y su banda. DeBone parecía embriagado, ya que andaba de aquí para allá, bailaba, en fin, toda clase de locuras.

Antes de jugar a la botellas (la idea fue de DeBone) yo le noté en su mano izquierda un anillo, con el diamante Vermont sobre él. Antes de tratar de ser un héroe, preferí sentarme en un rincón y pedir un vaso de agua (no pregunten).

Cuando el maleante estaba a punto de besar a una linda muchacha, entraron a aquel bar varios policías, comandados por el comandante Robert Salinski. A mi ya me había caído mal de sólo verlo... Salinski se acercó a DeBone y le dijo firmemente: Está usted arrestado, tiene derecho a... bla... bla... bla. Fue despojado de sus armas, pero no le quitaron el anillo. Me levanté para avisar de aquel olvido pero, en el momento en que lo hacía, se apagaron las luces y casi dos minutos después se volvieron a encender. Volví la mirada hacia DeBone: ya no tenía ni el anillo ni el diamante. Rápidamente saqué mi pistola y pregunté al inculpado en el robo.

-¿Dime donde está el diamante?

Se acercó y me dijo:

-Lo tiene Salinski -dijo, señalándolo.

Este fue revisado y se le encontró el anillo, pero no el diamante. Al llevarse al policía corrupto, este gritaba:

-¡Traidor, traidor, me las vas a pagar!

DeBone fue encontrando las monedas que se le habían caído, en una búsqueda que realizó después del embrollo. Al salir de aquel lugar, noté algo que debí haber visto antes, DeBone cojeaba. ¿Por qué lo hacía? Poco antes de apagarse las luces no lo hacía. También noté que llevaba el pie izquierdo un poco levantado. Sin más ni más, me lancé hacia él y le quité el zapato: ¡ahí estaba el diamante! Sostuve a DeBone lo más fuerte que pude hasta que llegaron los policías. Lo mejor fue que los dos de la banda ya habían escapado, si no... El bandido fue llevado a la cárcel. Salinski fue juzgado y encontrado culpable de corrupción y complicidad en el crimen, y ambos cumplirán una gran condena en prisión.

Al parecer, Salinski fue partícipe del robo y, al darse cuenta que la policía había ideado un plan para detener a Debone, esto no le servía al ex-comandante, así que simuló haber arrestado a DeBone, para que este pudiera irse libre, pero cierto persona impidió que sucediera...

En cuánto a mí, cobré la recompensa, compré reloj, goma de mascar, arreglé la oficina, la convertí en casa y me retiré del negocio. Pero el detectivismo aún está en mí, y quién sabe, tal vez algún día vuelva a las andadas.