(Microrrelato finalista del Premio Joven Creación 2012 de la Editorial Costa Rica)
Sí, yo sé que vos pensás que es un gran
vendido, pero eso a mí me tiene sin cuidado. No importa en cuantos bodrios
actúe ahora para conseguirse cheques fáciles, yo lo sigo considerando un
referente. Y es que así te lo digo, nadie, oíme, nadie tiene ni ha tenido la
capacidad de ese hombre.
Mirá por ejemplo ¿quién se va a pasar cuatro
meses en el mediterráneo atiborrándose de comida con tal de engordar lo
suficiente como para hacer un papel fidedigno? ¿Te acordás que la vimos, “toro
salvaje”, la de Scorsese? Y hablando de Scorsese, fijáte vos-esto no te lo
había contado- que para taxi driver,
De Niro fue y sacó una licencia de taxista para prepar su papel ¿te podés
imaginar?
Pero aparte de todo eso, a mí lo que más me sorprende
de él es la capacidad de decir tantas cosas con la mirada. Como en goodfellas, cuando Jimmy decide
finalmente deshacerse de Morrie, que en 30 segundos, o sea, en 30 putos
segundos, vemos en sus ojos el progreso de la decisión en cuatro momentos distintos:
tas, tas, tas y tas. ¡Estás muerto, Morrie! O por ejemplo en los hijos de la calle, cuando Tommy
decide contarle todo al padre Bobby, y vemos en la toma nada más un primer
plano de De Niro, y no se oye bien la historia, solo la música y el plano fijo,
y aquellos ojos que comienzan a transmitir muy sutilmente todo lo que en ese
momento pasa por la cabeza del sacerdote.
Te lo juro, se me pone la piel de gallina cuando te lo cuento, pero es
que yo pocas veces he visto algo igual. En vos, por ejemplo, lo he visto. Lo
decís todo con la mirada.
Fue así como me di cuenta de que ya no me
amabas.
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