miércoles, 18 de julio de 2012

Una joven abogada como usted


Mire, mire. Espere un momento. Sé que es una mujer muy ocupada, pero por favor, debe dejar que le explique.
Verá usted, ahí justo en ese sillón en que está sentada murió la tía Carmen. No se incomode, fue hace algunos años, y murió feliz. Solo se sentó ahí, hizo su siesta de rutina… y nunca más despertó. ¡Tan buena la tía! Ni en la hora de su fallecimiento quiso incomodar a nadie.
Ah, y vea, cuando tenía 15 años, junto a ese ventanal que da al jardín encontré a mi papá llorando. La primera vez que lo veía llorando en la vida… recién se había dado cuenta que mamá la había estado engañando durante los últimos tres años.
Y bueno, no crea que solo tengo malos recuerdos de esta casa. ¿Ve esa habitación justo a la derecha, arriba de las escaleras? Esa solía ser la habitación de los viejos y ahí, exactamente sobre las sábanas rojas tuve mi primera experiencia sexual con una chica. Es cierto que no fue algo muy exitoso… ¡si ya sé que usted no necesita saber esto, disculpe! Escúcheme por favor. Ahí en esa alfombra grande, no, la del centro, si, ahí justo dormía Bufón. Bufón, el perro. Bueno, usted no lo conoció, pero ahí se enroscaba por las noches, sin ningún resentimiento por los escobazos de Adelina, la empleada. ¡Ah por cierto! Esa muchacha siempre nos contaba infinidad de historias ahí, en la cocina; bueno antes cuando estaba el mueble grande, mientras picaba lo que nos parecía a mis hermanos y a mí cantidades eternas de cebolla.
Pero es que solo querría decirle, bueno, habría usted de entender. Quisiera disculparme por mi comportamiento de hace un rato. No acostumbro llorar frente a extraños, sabe. Es solo que usted debe comprender que esta casa ha sido mi vida, y que cuando usted me entregó los papeles del desalojo no pude evitar derrumbarme como lo hará esta casa muy pronto cuando lleguen las inclementes maquinarias.