Habría sido un viernes cualquiera de no ser por la visible acumulación de "onces" en el calendario. En parte gracias a la afición que tenemos los humanos a tales casualidades, y en parte por el creciente movimiento que protesta por el manejo político y financiero del mundo, se organizó por todo el orbe una serie de manifestaciones de los así llamados "indignados". El movimiento del 11-11-11 llegó también a Costa Rica, cuando básicamente a través de las redes sociales se lanzó el llamado a unirse a la causa y protestar a nivel local por un sin número de puntos que poco a poco van engrosando la lista del que, de existir, se llamaría "el manifiesto de la desfachatez política". Razones para indignarse sobran, y alcanzan para esta vida y otra más quizás. Bastaría por hacer un repaso tan solo de las noticias de las últimas semanas: El Seguro Social totalmente saqueado y en peligro, Un diputado con un récord criminal insólito, un sistema político-partidario-electoral totalmente infestado de corrupción impune, un poder judicial infiltrado y poco confiable, la incapacidad e ineficiencia en la administración pública y, finalmente, la confabulación e imposición de un plan fiscal que a todas luces le dará el coup de grâce a la clase trabajadora del país.
Estuve ahí a las 10 de la mañana, hora en la que se convocó a la gente con deseos de manifestarse. De entrada, una señora con acento español me da un papelito y me informa sobre la concentración. Ya ven, ya no nos basta con los frijoles, la papá y el ajo. Ahora también importamos indignados. Justo en ese momento alcanzo a ver también a tres estadounidenses de avanzada edad, plenamente identificados con pancartas. Según lo que puedo captar de su conversación, andan buscando algo qué comer, y no dudan en entrar al McDonalds que está ahí, cerquita. Una curiosa manera de protestar contra la voracidad de las corporaciones multinacionales.
Me acerco un poco al punto de reunión y, la verdad, veo muy poca gente. En algún momento incluso parece haber más personas arremolinadas frente al puesto improvisado del vendedor de películas piratas (y es que, siendo justos, el tipo las da probadas y todo). Ticos al fin y al cabo, tarde y a cuenta gotas van llegando más manifestantes. En su punto máximo de concentración (por ahí de las 10.30am) esto no alcanza, sin embargo, para tomar la Plaza de la Cultura, una de las consignas principales de la convocatoria inicial. Hay que reconocer, eso sí, que quienes están ahí lo hacen con pasión: llevan pancartas, gritan consignas, se disfrazan, pintan, se toman de las manos, se abrazan, hacen rituales, y sí, se indignan. Pero ¿es que acaso esto es suficiente?
En primer lugar habría que cuestionar la estrategia. Está muy bien dar el paso y querer trascender el facebook (donde es muy cómodo compartir un video o una noticia) pero ¿hacer la manifestación un día laboral en horas de la mañana? De sobra queda decir que el grueso de los presentes lo conformaban estudiantes, pensionados y quienes, por su trabajo (¿ONG's? ¿fotógrafos?), podían estar allí. Personalmente quiero creer que había mucha, muchísima gente que hubiera querido llegar, y no pudo. Tal vez en lugar de tener a un puñado de ciudadanos se pudo tener a miles, provocando un verdadero impacto en la opinión pública. Esto, por supuesto, me lleva a otra cosa. Una buena movilización debería estar acompañada de propuestas concretas para cambiar la situación política. Ciertamente se leyó en algún momento el "Primer Manifiesto Indignados Costa Rica", que en el fondo parece ser una interesante lista de demandas carente de una propuesta metodológica. Algo así como el "qué queremos" sin incluir el "cómo lo vamos a hacer". Hasta el momento, me da la impresión que este movimiento es apenas una convergencia de esfuerzos aislados y pasionales sin un norte claro.
Yo esperaría, por supuesto, que esto cambie. Que más gente salga de su embobamiento masivo y y despierte a la realidad. Que se den cuenta que el país está en manos de esos que ellos mismos pusieron en el poder con sus votos, y que los han defraudado al gobernar únicamente para sus intereses mercantilistas (desde hace ya muchos años). Que reaccionen con verdadero enojo ante la posibilidad de no tener una vejez digna o ante el implacable avance de la pobreza y el desempleo. Y que una vez que exista una fuerza apabullante que tome las calles con presencia abrumadora, surjan quienes aglutinen las distintas propuestas y les den un rumbo objetivo y realizable. Al fin y al cabo, el enojo definitivamente está en la calle. Solo falta canalizarlo un poco.
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