En el ejemplo anterior están delimitadas algunas de las características de la idiosincrasia tica. Pero además se ve cómo a ese manejo se le agrega un elemento eficaz de control ideológico: la representación teatral. Pues ¿qué mejor manera de hacer sentir a ese niño moreno el amor por la patria que ponerlo en los mismos zapatos de Juan Santamaría? ¿Qué mejor forma de enseñarle al público (y especialmente a los niños y a las niñas) los valores cívicos que como costarricenses debemos poseer?
En efecto, el teatro, como bien lo define Agusto Boal, está muchas veces al servicio de los intereses de una clase dominante que intenta establecer una ideología oficial, la cual ha de ser aceptada por quienes habitan el país. Es en muchas ocasiones, como los libros de texto en las escuelas, un mecanismo moldeador de pensamiento.
¿Pero acaso no existe una escena independiente – popular en el país? La respuesta a la pregunta es afirmativa, aunque no del todo consolidada o al menos no fuerte dentro del repertorio de la cartelera nacional. No deja de ser cierto, por ejemplo, que obras de corte chabacano y ligero, atraen más público por fin de semana que otras en donde se intenta hacer un análisis crítico de la sociedad y de los conflictos humanos.
El teatro independiente nace para oponerse a la “interpretación oficial de la cultura teatral” (Thenon, 1996. Pág. 143). Y por esto, afirma el autor recién citado, es perseguido y acosado por la estructura gubernamental. Muchas veces esa persecución es algo solapada, como por ejemplo lo que se hace al no darle a este movimiento los recursos necesarios para subsistir y poner en concreto sus puestas en escena. Esta situación obliga a muchos de estos grupos a desaparecer o ajustarse a las condiciones, sacrificando los contenidos de sus obras para poder comer.
Ya lo había dicho Boal: “las élites consideran que el teatro no debe ni puede ser popular” (1982. Pág. 15). De ahí la marcada marginación que este movimiento ha sufrido en una sociedad como la nuestra, en donde los procesos de lucha social no han sido tan marcados como en otras latitudes latinoamericanas, como en Argentina o Brasil. La imagen de Costa Rica que principalmente los políticos liberales empezaron a crear a finales del siglo XIX y comienzos del XX es “una construcción cultural que se resiste a desaparecer” (Molina, 2003. Pág. 2). Entonces, y dado que, siguiendo a Thenon, el teatro independiente es una implicación social, quizá la configuración que posee la sociedad costarricense ha terminado por hundir al movimiento del teatro independiente – popular en la marginalidad de la escena tica.
En el contexto nacional, la experiencia de los movimientos de teatro independiente popular también va en ese sentido. Así por ejemplo, vemos el caso de la experiencia de la Asociación Cultural Giratablas, la cual fue en sus inicios un teatro con características populares y que ahora se ha convertido en promotor de actividades teatrales de este tipo: “Giratablas se ha motivado en la idea de que el artista también es parte de una red de interacciones sociales, que reelabora lo que percibe y siente, procesando su imaginación creadora con los impulsos sensibles que se entorno social le genera” (Protti, 2004. Págs. 3- 4). Entonces cabe la pregunta: Si el teatro independiente – popular es dependiente a su vez del entorno social que lo cobija ¿será la sociedad costarricense incapaz de generar la motivación suficiente para que un teatro con las características del independiente – popular se desarrolle? De acuerdo a la experiencia del Teatro Giratablas, el entorno social costarricense no genera entonces los suficientes estímulos para que se desarrolle y consolide un movimiento teatral independiente e identificado con una perspectiva popular. Revertir esa situación en el contexto de nuestra sociedad es quizá una tarea enorme, por cuanto existe un fuerte y arraigado ideal del “tico” en la conciencia de casi todas las personas costarricenses (una imagen que además se exporta fuera de nuestras fronteras). Si se sigue a Boal y concordamos en que el teatro popular promueve la desalienación, la lucha contra la explotación y la lucha de clases, entre otras cosas, se entiende entonces el por qué este movimiento teatral representa una amenaza para el statu quo que ha sido establecido a lo largo de la historia costarricense por la elite política del país, comenzando desde el proyecto liberal del siglo XIX y terminando con las políticas neoliberales de los gobiernos de la actualidad, y el por qué de su carácter marginado en la sociedad costarricense.
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Bibliografía:
Boal, Augusto. (1982) Técnicas Latinoamericanas de teatro popular. México. Editorial Nueva Imagen.
Molina, Ivan. (2003) Identidad nacional y cambio cultural en Costa Rica durante la segunda mitad del siglo XX. San José. Editorial de la Universidad de Costa Rica.
Protti, Giancarlo. (2004). La Asociación Cultural Giratablas a sus 11 años. En: Espacios. No. 9.
Thenon, Luis. (1996) La memoria y el olvido. Del teatro de la colonia al movimiento del teatro independiente. 1610 -1950. San José. Impresora Obando.
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