Unos ticos nos roban los asientos a mí y a un francés porque esa carajada de los campos numerados en tiquicia no tiene cabida. No importa, igual se hace pelota, igual se vacila, igual se sufre. Lo peor es estar sentado cerca del papá de una de las muchachas, que piensa que todas las demás jugadoras deberían pasarle la bola a Mayra. Nadie sabe quién es ella así que todas terminan siendo Mayra para nosotros, todas corren como Mayra, todas meten la pata como Mayra. Con el partido 1 a 1 el padre orgulloso sigue con sus reclamos cansones. Incluso el francés lo nota: "C'est insupportable" dice. Al minuto 65 el entrenador saca a Mayra del terreno de juego, y todos respiramos aliviados (no porque el señor se calle porque no, no se calla) si no porque entran piernas frescas y casi parece que la remontada está cerca. Casi. Minuto ochenta y pico, contragolpe, penal para Paraguay y gol. Celebran las paraguayas, lloran las ticas. Jugaron como nunca y perdieron como siempre.
La culpa, dice el señor gritón, es del entrenador, por haber sacado a Mayra cuando era claramente la mejor del partido.
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